Ya votamos si al atardecer recogemos las astillas del bosque para prender el fuego del hogar, si el sol alimenta nuestra vida y pequeñas máquinas. La vida ghandiana que prescinde de todo lujo ya constituye de por sà un potente voto con muchas derivadas. Creemos en el retorno a la Madre Tierra, en la comunión humana. Creemos en el respeto y atención sagrada que debemos a los reinos animal, vegetal y mineral. El otro mundo posible a veces va en el sobre salmón y blanco, a veces en una carta de amor a la creación y a la entera humanidad, a veces en un teclear sensible, un sellar la paz en nuestras Ucranias más cercanas con las personas con las que confrontamos. Las ideologÃas que nacieron en el lejano XIX debieran ceder en el empeño de modelar nuestro mundo. Cumplieron su misión. Una clase obrera explotada tenÃa que organizarse para conquistar dignidad. Las fuerzas más conservadoras se aliaron a su vez para intentar que nada cambiara, pero seguimos utilizando unas formaciones de otro marco y circunstancias, de otro tiempo para intentar ganar el mañana. La ideologÃa y el sistema de partidos fragmentan y crispan hasta el punto que ya no le tenemos ganas al hemiciclo tras los leones, que la bronca parlamentaria nos supera y ya dudamos encender el noticiario. ¿Era tanto cuestión de rojo, azul, morado, amarillo, naranja… o era de cómo nos unimos de una vez por todas para salvar el futuro? ¿Era Sánchez, Feijó, Belarra, DÃaz, Abascal… o era cuestión de sumar muchos más apellidos para detener el cambio climático, la guerra, las dictaduras y opresiones de todo orden, la conculcación de los derechos humanos… y asegurar la igualdad de oportunidades, la libertad, la democracia, la sostenibilidad, sobre todo la vida en el planeta para las próximas generaciones? Mi urna está a 700 kilómetros. No sé si la alcanzaré el próximo domingo. Muchos gases, exceso de CO2 para un solo voto… En realidad, ya hemos votado. Con las manos manchadas de mortero, sobre una larga escalera, cuadrando piedras derrumbadas, retornándolas a vetustos muros…, ya manifestamos nuestra opción. Reconstruir ruinas con fe y argamasa amable de cal, arena y agua, era otra forma de expresarnos. No aliento ni mucho menos la abstención. No estamos de vuelta de nada, menos aún de la necesidad de compromiso. Lamento la distancia ahora hasta mi escuelita electoral. Creo que hay que apostar por las opciones que, si quiera tÃmidamente, apuntan hacia los valores supremos de solidaridad humana y de amor a la Tierra nuestra Madre, formaciones que hayan superado el caduco paradigma de la confrontación humana. No soy por lo tanto antisistema, las Ãnfulas libertarias de la juventud fueron cediendo. Tengo mi edad y creo en este orden polÃtico y social. Ni mucho menos es el mejor, pero es el que tenemos, el que se ajusta a nuestra conciencia hasta el momento desplegada. Evolucionaremos y nos dotaremos de otro orden más elevado, pero mientras tanto no podemos destruir el presente. SobrevendrÃa el caos. No correré hasta mi urna navarra, pero no paso, no pasamos. Pronto llegarán mis compañeros con la herramienta y ganas de tragarse el mundo, al dÃa siguiente el camión con la arena. No puedo escaparme a cumplir con el deber ciudadano. Hacen falta por lo menos tres en el andamio. Nos sentimos más comprometidos que nunca; más manchados, sudorosos, agotados, entusiasmados… al cabo de cada jornada en la que intentamos poner las bases de aquel sueño. * En la imagen finca de Velouriz recién adquirida Velouriz 22 de Mayo de 2023 |
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